El incienso

«Dijo además Jehová a Moisés: Toma especias aromáticas, estacte y uña aromática y gálbano aromático e incienso puro; de todo en igual peso, y harás de ello el incienso, un perfume según el arte del perfumador, bien mezclado, puro y santo. Y molerás parte de él en polvo fino, y lo pondrás delante del testimonio en el tabernáculo de reunión, donde yo me mostraré a ti. Os será cosa santísima. Como este incienso que harás, no os haréis otro según su composición; te será cosa sagrada para Jehová». Éxodo 30:34-37.

El estacte, un aceite muy oloroso, era obtenido de una planta cuyo nombre era igual. A esta mata no se le hacía corte para extraer este aceite, el mismo nombre explica que ella lo destilaba. Esto nos habla de la espontaneidad con que debemos alabar a Dios.

La uña aromática se extrae de un tipo de mariscos que se encontraba en el Mar Rojo y cuando era molido, producía una fragancia. He aquí dos interpretaciones: Puede simbolizar que nuestras alabanzas deben salir de lo más profundo de nuestro corazón (Salmo 130: 1): «De lo profundo. oh Jehová. a ti te amo «; o bien que nuestra alabanza debe ser para Dios, aun en medio del sufrimiento o del dolor. En una ocasión alguien dijo: «De la única forma en que se sabe 10 que hay en el corazón de una persona es dándole un martillazo en un dedo». Dice un conocido himno: «Fácil es cantar cuando reina la paz, pero en el dolor es mejor cantar».

El gálbano, según se piensa, es una planta de la India y soltaba una resina de sus hojas al molerlas. El publicano, de Lucas

18: 10-14, indica: «Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano. El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano. Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido». Se golpeaba el pecho, diciendo: Dios sé propicio a mí, pecador, y salió de aquel lugar justificado. «Los sacrificios de Dios Son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios». Salmo51:17.

Por último estaba el incienso puro, este ya lo hemos descrito en la mesa de los panes de la proposición. Fue el mismo que los magos llevaron a Jesús, cuando sus padres estaban con Él en Belén, durante su infancia. Recordemos que era blanco y amargo y que se producía al cortar la mata. Hay algo bien hermoso que no debemos olvidar y es que Dios dice: «Toma estas especias, las mueles en polvo fino, y las pones delante del testimonio en el tabernáculo de reunión, donde yo me mostraré a ti». Este polvo de incienso fino significa las necesidades de nuestra vida, quebrantada pero vuelta a reunir por Jesucristo y presentada al Padre con un cuidado extremo.

Es cuando estamos desprendidos o cortados de las cosas materiales o terrenales que podemos llegar a la presencia de Dios como un aroma agradable a Él. Tal vez para muchos, estos simbolismos carecen de importancia, pero sí contienen lecciones gráficas de gran valor, prohibiendo la idea de ir más allá de los límites de lo que ordena la Palabra de Dios o tal vez de querer agradarle con algo que no sea un evangelio puro, no adulterado y que contenga la fragancia de Cristo como la esencia de nuestro culto. Tenemos el llamado a aprender de Cristo, que es manso y humilde de corazón, y no ir tras religiones inventadas o tratar de alterar lo que ya ha sido revelado por Dios para su pueblo. El pueblo de Dios no necesita fuego extraño. Aunque estos cuatro ingredientes que se mezclan para formar el «incienso aromático» son simbólicos de la adoración a Dios, representan al mismo Cristo como un olor grato ante la presencia del Padre celestial.

Tomado de: El Manuel del Tabernaculo de David Bonilla